La vida no te debe nada, la vida es independiente de nuestra voluntad; somos invitados… y mientras no nos demos cuenta de nuestra condición como tal, estaremos amenazados por el sufrimiento.
Las cosas que suceden a nuestro alrededor no son injustas: Las cosas SON… y punto. Aunque cueste hacerse a la idea… la vida no es justa ni injusta, somos nosotros con nuestras expectativas y/o exigencias los que etiquetamos los acontecimientos y les dotamos de sentido. Si por culpa de factores externos, nuestra conducta se va a ver afectada o nuestra pasión por algo se va a ver mermada… estamos creando una jaula mental que nos limita los movimientos y, lo peor de todo, es que estamos dejando las llaves que abren dicha jaula fuera de ella… puesto que se las damos a un ‘factor externo’… al que hemos convertido en amo y señor de las llaves de nuestra libertad… cuando realmente, si nosotros nos ponemos una jaula mental, nosotros deberíamos tener las llaves de la misma… y abrir desde dentro.
Hay que diferenciar los deseos de las exigencias: Tiene que dejar de llover, el partido no puede acabar así, tienes que ser más considerado conmigo, etc. Es muy diferente (a nivel personal) cuando dices ‘Tengo que’ a cuando dices ‘Deseo que’. Estos ‘operadores modales de obligación’ van a jugar siempre en tu contra. Si vives exigiéndole a la vida que sea distinta de lo que es… estás perdido. La vida es ajena a tus exigencias. Una cosa es que desees que deje de llover… y otra muy diferente que ‘lo exijas’, supeditando tu felicidad o tu estado de ánimo del dia al clima lluvioso o soleado.
Cuando aprendes a identificar tus exigencias irracionales y a cambiarlas por preferencias, te liberas de una carga emocional negativa al instante. Pasas del:
‘Tengo que ser el mejor’ -> ‘Quiero ser el mejor’
Este cambio, aunque pueda parecer pequeño e insignificante, tiene la capacidad de girar tu vida emocional de arriba abajo por medio de una motivación interna que antes era una obligación.