No es mi intención hablar de comida japonesa (aunque me encanta) 🙂 Os quiero trasmitir una historia que me hizo llegar mi amigo @dorpede en persona la semana pasada. Es una interpretación mia libre, desconozco la obra original pero obviamente la esencia es la misma:
En la costa de Japón eran muy aficionados a comer sashimi (que no sushi, com bien apunta @sarganman), que está compuesto entre otros de pescado crudo… y para que el sashimi esté bueno, el pescado ha de ser fresco. Y así habia sido desde siempre… los pescadores salian, pescaban y traian el pescado fresco del dia con el que prepraban el sashimi. Y a la gente le encantaba.
Sucedió que una vez los pescadores se dieron cuenta de que habían acabado con la existencia de peces en los caladeros habituales, por lo que tuvieron que adentrarse más en el mar para pescar, pero al volver con el pescado… la gente se dio cuenta de que éste no tenia el mismo sabor, no estaba fresco. Siendo así las cosas, los pescadores decidieron invertir en cámaras frigoríficas para meter el pescado ahí durante la travesía de vuelta y que se mantuviese fresco más tiempo… pero al llegar a puerto y preparar el sashimi, seguia diciendo que no tenia el mismo sabor… que no lo encontraban tan fresco como antes.
Se les ocurrió entonces instalar un tanque de agua salada dentro del barco para pescar los peces, meterlos ahí y que nadasen líbremente como lo hacian por el mar pero en el trayecto de vuelta a puerto. Aún así, la gente les seguia diciendo que el pescado sabia distinto, que le faltaba frescura, que no era igual que el de antes (y no porque pescasen otro tipo de pez, era el mismo).
Desesperados y tras agotar todas las ideas que habían tenido hasta el momento sin mucho éxito… se les ocurrió una última solución: En ese mismo tanque de agua salada que trasportaba a los peces… metieron a un tiburón. Obviamente, el tiburón se comía durante el trayecto a varios de los peces que habian dentro del tanque pero, el resto de peces tuvieron que empezar a moverse, a esconderse, a nadar más rápido y a ser más inteligentes… siendo así que cuando llegaban a puerto y eran preparados para sashimi, la gente por fin les dio la enhorabuena a los pescadores, felicitándoles por haber encontrado el pescado en un punto perfecto de frescura.
La moraleja de todo esto es… que nunca has de mantenerte ‘indefinidamente’ en tu zona de tranquilidad, puesto que sino pierdes frescura y cuando tengas que empezar a correr… estarás ‘rancio’ y se te comerán, por lo que has de poner un tiburón en tu día a día, has de buscar aquello que te hace saltar de tu zona de tranquilidad a tu zona de intranquilidad (no angustia, intranquilidad) y no dejar de moverte.
Sin duda, una gran historia y una valiosa lección. No te pares y rodeate de lo que te hace estar alerta, así seguirás vivo.
1 comentario
Eduardo · junio 5, 2011 a las 11:55 am
Muy buena. Gracias 🙂
Los comentarios están cerrados.